miércoles, 21 de octubre de 2015

Fuegos y cántaros

Recuerdo cómo era el colegio en 1985 y me echo las manos y los pies a la cabeza. Ahora que mi peque ya está en primaria, estoy viviendo en sus carnes el hecho de que el colegio tiene un pequeño porcentaje de aprender y uno bastante grande de aborregar y adoctrinar, de enseñar a someterse, a seguir las reglas y a aprender a obdecer
Los colegios siguen funcionando igual que hace treinta años, con un modelo adultocentrico, que no respeta las peculiaridades de cada niño. A edades en las que sólo debería importar jugar y ser feliz (que deberían ser todas las edades, pero ese es otro tema) se impone una disciplina férrea y un aprendizaje del control y la obediencia.
Destaca por su unión de inutilidad y porqueyolodiguismo el tema de los deberes. Que se supone que son para "aprender" cuando la realidad es que la mayoría de veces consisten en tareas monotonas y repetitivas, del estilo de pintar una casa con los colores que indique un numero o colorear todos los dibujitos de dos páginas del workbook -con el inglés que aprendes haciendo esto ultimo ya puedes ir a Londres-
¿Que el colegio tiene su parte buena? Si, claro que la tiene, como todo en esta vida. Hay maestras estupendas, se hacen amigos... pero sacar un balance es complicado, cuando desde el punto de vista de madre, ves como se apaga otra chispa,  como en el colegio sólo quieren cántaros vacios que rellenar de contenido uniforme, como vuelve a casa con la sensación de que algo ya no es lo que era, de que algo se ha roto. Entonces te pones a echar aire para avivar la llama. No es sobreprotección chunga ni aminiñoquenolotoquen, es decepción de un sistema absurdo que no busca formarnos sino deformarnos y uniformarnos, que no busca ningún fuego, sólo cántaros que llenar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario